El mínimo laboreo puede reducir la erosión del suelo y contribuye a la protección del medio ambiente. Dos publicaciones recientes del Instituto de Recursos de Agricultura Biológica (FiBL, por sus siglas en inglés) soportan esta tesis.
La conclusión se extrae a partir de los resultados obtenidos en un trabajo sobre suelos arcillosos en Frick (Suiza). Se ha observado que, a lo largo de un periodo de 13 años, se acumuló un 8% más de humus en terrenos donde se utilizó un cultivador respecto a otros en los que se empleó el arado de vertedera. Dicho de otra manera, el mínimo laboreo secuestra 2,3 toneladas de CO2 más por hectárea y año.
El informe señala que el arado efectúa la mezcla de humus a unos 20 cm de profundidad, mientras que con los sistemas de mínimo laboreo se acumula más humus a los 10 cm de profundidad. Por debajo de ese umbral, el contenido de humus permanece estable o disminuye. Así es como se puede prevenir la erosión del suelo y aumentar la presencia y variedad de microorganismos, como bacterias y hongos.
Respecto a la emisión de gases de efecto invernadero, la conclusión es que el tiempo es más importante que el tipo de suelo cultivado. Ninguno de los examinados (hierba-trébol y trigo de invierno) mostró diferencias en el óxido nitroso emitido, independientemente del sistema de labranza utilizado, y las emisiones de metano se mantuvieron en el mismo nivel bajo.
Sin embargo, las condiciones climáticas tienen una gran influencia. Según FiBL, la labranza de suelos húmedos, ya sea realizada con arado o cultivador, no sólo es desaconsejable por razones de protección del suelo, sino también debido a las altas emisiones de óxido nitroso.