Enrique Guillén, Director General de John Deere Ibérica
Según la Real Academia Española, optimismo es la inclinación o tendencia a ver y juzgar las cosas en su aspecto más favorable. El optimismo es una actitud, no depende de ningún real decreto. Por tanto… ¡elijamos ser optimistas! En Brasil, el saludo habitual cuando se encuentran dos personas, sean amigas o no, consiste en levantar el dedo pulgar e intercambiar la siguiente fórmula entre ambas, donde una siempre pregunta “Tudo bom?”, y la otra responde, de manera invariable, “Tudo bem!”, es decir: “¿Todo bueno? ¡Todo bien!”. He ahí un ejemplo de actitud positiva ante la vida. A fuerza de decirlo continuamente, el pueblo brasileño, a pesar de todos los problemas del día a día, aborda la vida con optimismo. Y esto es algo que ayuda a salir adelante, a valorar lo fundamental y lo importante, y a disfrutar de los buenos momentos que la vida nos brinda a cada paso.
El COVID-19 nos ha demostrado la fragilidad del sistema, que puede saltar en pedazos de un día para otro. Por un momento la sociedad del siglo XXI soñó que podría dominar el mundo, y algo tan diminuto como un virus nos ha hecho despertar del sueño. Se trata de la mayor cura de humildad que haya recibido la humanidad en toda la historia, y es un regalo que tenemos que aprovechar. Afortunadamente, lo fundamental y lo importante no varían; todo lo demás se tambalea. Es hora de reinventarse, pero aferrados a nuestros valores básicos con más fuerza que nunca. Probemos cosas nuevas, con audacia, con pasión, con humildad… y si tropezamos con el fracaso, demos gracias por poder seguir aprendiendo. En nuestro sector, es el momento de reforzar la agricultura 4.0, la digitalización del campo y la conectividad, acelerando así la imparable profesionalización necesaria para afrontar los nuevos retos que el futuro nos lanza.
Nos enfrentamos a una crisis sin precedentes. Jamás la humanidad estuvo amenazada, al completo y al mismo tiempo, por un enemigo común como el COVID-19, un virus asesino contra el que paradójicamente nada valen los miles de millones que cada año invierten los países en armamento. A la espera de contar con medicamentos adecuados y una vacuna eficaz frente al COVID-19, nos vemos abocados a un período de gran incertidumbre, sin que los gobiernos sepan bien qué decidir ni a qué atenerse, pues ninguna situación anterior sirve como referencia para lo que estamos viviendo.
Pasada la confusión inicial y habituados a la fuerza a un estado continuo de alarma, trabajando de sol a sol y permanentemente conectados, el amargo confinamiento que sufrimos nos obliga a pensar y a meditar sobre lo que nos enseña esta situación desconocida. Ojalá seamos capaces de aprender algo de todo esto y no olvidarlo. Desde aquí, me atrevo a compartir algunas reflexiones personales, sin ninguna pretensión, como lo haría con los amigos en una buena charla de sobremesa, de esas que ahora tanto anhelamos. Curiosamente, este maldito virus nos recuerda lecciones básicas que la agricultura lleva transmitiéndonos durante siglos.
Vivimos con urgencia, todo es urgente. Todos corremos como locos, aun sin saber muy bien hacia dónde nos dirigimos, arrastrados por la vorágine a nuestro alrededor. Y olvidamos lo verdaderamente importante: la familia, los amigos, los sentimientos, la fe, las emociones. En esto, como en muchas otras cosas, la agricultura nos enseña a ser pacientes, a no correr, a saber aguardar el momento de sembrar, a mirar al cielo con miedo y esperanza, a trabajar duro, a rezar, a alegrarnos con la lluvia, a recoger la cosecha con esfuerzo… y a volver a empezar de nuevo, año tras año, ciclo tras ciclo. Valoremos lo fundamental, lo que realmente importa. La vida pasa rápido, ¿seguro que todo lo urgente es igual de importante? ¿Cuánto tiempo hace que no nos paramos a escuchar esa canción que tantas emociones nos hace sentir?
Los que estamos estrechamente ligados al mundo de la agricultura y la ganadería tenemos muchas razones para ser optimistas ante esta crisis. La actividad del sector primario y su importancia esencial se han puesto en valor con más relevancia que nunca. Es un orgullo levantarse cada día con una misión tan importante en la vida como la nuestra: somos la fuerza que alimenta al mundo. El campo no está exento de grandes retos, pero los está afrontando, como siempre, ofreciendo su mejor cara. Con innovación, trabajo, esfuerzo, sacrificio, colaboración, generosidad, humildad, fe, esperanza, profesionalidad…
Nos encontramos ante algo desconocido, sin precedentes, que marca un horizonte de incertidumbre. Y por eso precisamente, desde John Deere queremos lanzar a todos un mensaje de optimismo, de mucho optimismo. Porque queremos ver la parte positiva de esta experiencia única, porque estamos aprendiendo muchas cosas, porque tenemos el privilegio de estar unidos estrechamente a la tierra, porque TODOS JUNTOS somos la fuerza que alimenta al mundo. Y porque todo esto pasará, y nos hará mejores personas.
Seguro que San Isidro nos sigue echando una mano para que el año agrícola sea histórico y tengamos así un buen motivo para no olvidar nunca este 2020.
“No llores porque el sol se oculta, que las lágrimas no te dejarán ver las estrellas”
(Rabindranath Tagore)